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Por Pola Oloixarac

Zizek dice que nos gusta imaginar el fin del mundo porque nos resulta inimaginable el fin del capitalismo.

“El futuro ha llegado y es algo soportable; todo declina, se va el violinista, la música cesa, y el mar se arruga cada vez más”, murmura en mi cabeza Joseph Brodsky. El mar se arruga pero la música crepita suave en ArtBasel Miami, la capitana del mercado del arte latinoamericano. “Compramos un tríptico de Lygia Clark a 60mil dólares, ahora vale 600 mil. Eso salió bien; pero ¿un Sérgio de Camargo a un millón y medio? Es imposible que funcione como inversión”, razona una elegante coleccionista brasileña acostumbrada a pensar en el arte como capital. Todo declina, pero los precios suben y el interés por el arte argentino crece. Entre esculturas de la joven Luciana Lamothe y Leandro Erlich, los mágicos Chiacchio y Giannone exhiben sus codiciados bordados que homenajean el arte bastardeado de las amas de casa. La galería Walden consagró su espacio a Feliciano Centurión, artista paraguayo que vivió, pintó y murió de sida en Buenos Aires. Parte de la escena ligada al Rojas, Centurión cambió el lienzo por frazadas que conseguía en el Once, que pintó y bordó durante su enfermedad.

Nota completa:
https://www.perfil.com/noticias/columnistas/futuro-molusco.phtml

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