Familia “queer”, tal como ellos mismos se definen, Daniel Giannone y Leo Chiachio son una pareja de artistas argentinos unidos no solamente por el amor que se profesan el uno al otro sino por su amor al arte, llevando a cabo hace décadas una obra conjunta que los tiene como protagonistas –juntos a sus tres “hijos mascotas”- donde la pintura deviene bordado. Decenas de variedades de puntos, soportes, telas, texturas, constancia temática, paciencia y entrega absoluta a una tarea que maneja tiempos propios, dan por resultado una factura de exquisitas terminaciones y obsesión perfeccionista en su ejecución. Un trabajo realizado por hombres pero de raigambre femenina, dentro de una cultura que, si bien en los últimos años se ha replanteado el rol de los géneros así como la valoración de las técnicas más artesanales dentro de la producción artística, aun tiene mucho por repensar en ambos aspectos. Es justamente ese mundo artesanal, textil, donde se recuperan soportes y materiales devaluados, desde donde esta pareja de creativos ha logrado marcar una diferencia con su obra, expandiendo el bordado al espacio, llevándolo a instalaciones monumentales las cuales, además, contemplan la producción e intervención de objetos, esculturas, cerámicas, sitios específicos, entre ortos. Como si fuera poco, algunas de sus últimas muestras internacionales, contaron con la participación activa del público, llevando el taller de trabajo al ámbito del museo, galería o espacio cultural, permitiendo la acción colectiva y la creación de una obra conjunta bajo su supervisión y estética. Una obra tan personal y autorreferencial como representativa de un tiempo histórico que reclama la multiplicidad de voces, de participaciones, de estéticas y de modos de ver la vida, el arte.
María Carolina Baulo: Me gustaría entrar de lleno en la utilización que hacen del bordado como medio expresivo por antonomasia en su obra pero con la particularidad de ser abordado con parámetros propios de la pintura. ¿Cómo se da el pasaje de lo pictórico a lo textil, rompiendo así límites entre técnicas, géneros y soportes y qué materia prima configura ese “hogar universal” de donde parte toda su creatividad?
Chiachio & Giannone: El bordado fue la primera técnica que decidimos utilizar para contar esta historia de a dos porque nos permitía trasladar todos nuestros conocimientos en el manejo del color pero utilizando hilos, lanas, etc. Nosotros pensamos que estamos pintando con agujas e hilos porque la actitud es la misma que teníamos cuando los soportes utilizados eran bastidores. Intentamos no seguir patrones de la técnica del bordado, por el contrario, los modificamos. Creamos un tercer color desarmando hebras de hilos de diferentes colores o tonalidades para luego mezclarlos, mezclamos puntos, modificamos algunos de ellos, etc. Pensamos en veladuras, sombras, volúmenes creados con hilos de colores. La intención es la misma de la pintura. Con respecto a los soportes, últimamente nos interesa reutilizar materiales (generalmente del hogar) y darles una segunda oportunidad a las cosas. Como el bordado está asociado a lo cotidiano nos interesa tomar todos aquellos materiales del entorno, podríamos decir, “doméstico” que nos remiten a la idea del hogar. Hogar como espacio confinado para las “mujeres” donde realizan sus actividades. En primera instancia nos interesa romper estas barreras entre “género” y “trabajo” al apropiarnos de esta técnica y por otro lado, convertir nuestro “hogar” en la cocina de nuestra producción y ahora devenido en “estudio”. Estos materiales que todos fácilmente podemos reconocer como servilletas, manteles, caminos de mesa, sábanas, fundas de almohadones, etc, se pueden encontrar en cualquier hogar y ahora al ser intervenidos por nosotros son elevados a la categoría de “alto arte”.
MCB: El tiempo me parece un factor clave porque pensando desde la pintura, claramente el bordado no admite los mismos ritmos. ¿Cómo articulan este factor tiempo con la práctica concreta de hacer “pinturas con hilos”?
CH&G: El tiempo es un factor que atraviesa toda nuestra obra, no solo por el tiempo que lleva realizar una pieza sino por lo que sucede durante el proceso y lo que luego queda plasmado en el trabajo realizado. Hay también una necesidad de atrapar ese tiempo que corre vertiginosamente en el mundo contemporáneo y dejar en cada puntada su huella. Cuando decidimos autorretratarnos, también hay una actitud de atrapar ese momento. Hoy y en el transcurso de estos 20 años produciendo juntos podemos ver cómo el tiempo fue modificando nuestros rostros, en algunos de ellos parecemos otros pero siempre somos los mismos. El tiempo que conlleva poder realizar cada pieza también es un aliado que nos permite, por el letargo en poder ver una superficie bordada, consensuar, sinergizar, lograr esa tercera idea que no pertenece ni a Leo, ni a Daniel sino a Ch&G.
MCB: En épocas donde el mundo se replantea la revalorización tanto de técnicas subestimadas en el campo del arte como de voces y géneros en la vida en general, sus obras se presentan con contundencia abrazando la igualdad en las elecciones sexuales transformándose en un relato LGBTQ (siglas inglesas de Lesbian, Gay, Bisexual, Trans & Queer) ¿Cómo viven este fenómeno que se fue dando con los años sin haber sido quizás un objetivo inicial?
CH&G: Si bien comulgamos con la idea que todo acto artístico es un acto político y por otro lado concebimos que vida y arte no se pueden disociar, al contar nuestra historia de a dos, una historia de amor entre hombres, una familia homosexual, que en otros momentos fue conocido o nombrado como un “amor diferente”, celebramos que hayamos crecido como sociedad al reconocer y otorgar derechos igualitarios a las nuevas configuraciones familiares. Hace 20 años cuando nosotros nos autorretratábamos dando títulos a nuestras piezas como “familia guaraní”, “familia coyita”, etc. era inconcebible la idea de este mundo actual que vivimos hoy en Argentina. Sin embargo, pensamos que todavía hay mucho que recorrer mientras continuemos viendo adolescentes que sufren bullying por su condición sexual, muertes de travestis, falta de leyes que promuevan un cupo laboral para hombres y mujeres trans, etc. Todas estas situaciones dan origen a nuestros proyectos actuales; en general son acciones con la gente donde buscamos tener conversaciones que son reflexiones sobre la importancia de vivir y celebrar la diversidad.
MCB: Me gustaría nos contaran brevemente qué fue Estudio Abierto (2003); sin duda un puntapié fundamental para todo lo que vendría luego…
CH&G: “Estudio Abierto” (2003) realizado en el edificio histórico donde estuvieron las tiendas Harrods y curado por la Lic. Ana María Battistozzi podríamos decir que es el génesis de Chiachio & Giannone. Eran momentos de una gran producción artística a pesar de la crisis económica que atravesaba el país. Los artistas de todas las disciplinas fuimos invitados a intervenir el espacio y contaba con una agenda donde todos los días había un motivo por el cual ir y permanecer horas. También hubo circuitos para visitar los talleres de los artistas. Fue algo inédito en CABA.
MCB: La obra que ustedes producen excede el soporte textil, excede la potencia visual de los bordados, toma el espacio, crea objetos y esculturas que entran en diálogo entre sí conformando enormes instalaciones en los sitios que las contienen. Muchas de ellas con carácter de sitio específico, son trabajos que generan entramados que obligan al espectador a adentrarse –literalmente- en las obras y dejarse abrazar por ellas. Estoy pensando en “Arqueología suave” (2017), muestra realizada en la galería Ruth Benzacar en Buenos Aires. Si bien hay muchos ejemplos, creo que este es muy interesante para desarrollar el concepto…
CH&G: A nosotros nos interesa producir muestras que se piensen como un todo, que haya un hilo conductor que la atraviese en su totalidad. Cada muestra es un desafío. Siempre vuelven las mismas preguntas: ¿cuánto más le podemos pedir a la pintura?, ¿hasta dónde podemos extender el límite de las configuraciones del textil?, etc. Tratamos de evitar lo esperado, lo correcto. Nos lleva mucho tiempo poder producir una muestra, no menos de dos años. Nos interesa abordarlo desde diferentes aristas, soportes, medios. En general son el resultado de un proceso largo de investigación. Nos pensamos como artistas y espectadores. Hacemos el ejercicio de corrernos siempre de lugar aunque el discurso sea el mismo, buscamos que haya varias capas de lectura y que a su vez nadie quede afuera, que el espectador se pueda adentrar, se sienta atravesado, que a veces hasta ponga su cuerpo en relación al objeto (como en la instalación laberinto de pinturas realizadas sobre cortinas), que se pueda reconocer en algunos objetos, que se conecte desde su propia experiencia de vida (aunque sea con la melodía del ruido de la máquina de coser que lo une a su historia personal). Queremos jugar con soportes y medios que han quedado en desuso en el arte contemporáneo o alto arte y ponerlos en jaque, al mismo tiempo que ponemos en jaque al espectador.
MCB: En 2017 también visitaron China y produjeron obra inspirada en esa cultura donde vivieron durante 3 meses. Surge así una pieza de unos 4 metros, un patchwork que llamaron “Shanghai Landscape”. ¿Cómo fue esa experiencia y cómo trabajaron semejantes dimensiones? Y se deprende de esta pregunta saber suelen tener presente el espacio que va a contener las piezas antes de hacerlas –por ejemplo en semejantes magnitudes– o si esta reflexión se da a posteriori.
CH&G: Cuando llegamos a Shanghai teníamos en mente realizar otro proyecto de trabajo pero lo que siempre tenemos en claro es que queremos que cada residencia sea una posibilidad de corrernos del lugar en la forma de producir, aunque el bordado sea la técnica que utilicemos y si es esta la técnica abordarla de otra forma, utilizar nuevos materiales, soportes. Producir desde las propias posibilidades del nuevo entorno. No nos interesa recorrer grandes distancias para hacer lo mismo que podemos hacer en BsAs. Allí desarrollamos una serie de trabajos que titulamos “Comrades in Shanghai”. Comrades es la denominación que se utiliza en la China moderna para referirse a los hombres gays. Teníamos en primera instancia la idea de trabajar con telas de la reconocida industria china pero nos sucedió que a días de estar allí estábamos acorralados de una gran cantidad de bolsas de nylon que se utilizan para entregarte tus compras. La industria del packaging es increíble. Sus diseños y la imposibilidad de poder descifrar lo que en ellas decían nos fascinaron. Todo lo que es plástico se desecha automáticamente en China y nosotros pensamos justamente en recuperarlos, en darles una segunda posibilidad a ese material. Estos nilones sirvieron de soporte para nuestros nuevos trabajos. Con los días descubrimos que cada vez que ingresaba a nuestro estudio alguien que hablara en chino descubría lo que habíamos estado haciendo por la leyenda de las bolsas. Esto facilitaba nuestra comunicación a la vez que eran disparadores para el diálogo. Entonces decidimos realizar varias piezas en donde pintábamos con las posibilidades que nos daban las bolsas con sus transparencias al utilizarlas en sucesivas capas superpuestas. Era pintar con nylon. No es un material amigable en absoluto, pero pudimos lograr un trabajo plástico que alude a la pintura y el dibujo. Fue así como surge “Shanghai landscape” en donde utilizamos bolsas de plásticos unidas con la técnica del patchwork donde están las marcas de las lugares que visitamos o donde comprábamos escritas con caracteres chinos que nos permitía la reconstrucción del paisaje que estábamos habitando y donde cada visitante chino podía leer y reconstruir en este enorme patchwork el paisaje de nuestra vida cotidiana. Es una especie de diario de nuestros días allí. Con respecto a su dimensión, nosotros hemos trabajado en muchas piezas de gran formato; nunca vemos el espacio a priori donde se expondrán. La dimensión de estas obras responde al concepto de la misma.
CH&G: Es estos últimos tiempos y a partir de la experiencia de actividades desarrolladas en torno a la muestra “Arqueología suave” nos interesa modificar el espacio expositivo trasladando y convirtiendo la sala en nuestro estudio donde el visitante pueda interactuar no solo con la obra sino en el proceso de realización de la misma. Esto hoy en tiempos de cuarentena y aislamiento social provocados por el COVID19 sería imposible de realizar. La respuesta fue muy variada debido a que el CCK es un lugar donde transita todo tipo de personas, desde los más allegados al mundo del arte hasta los visitantes procedentes desde los lugares más insólitos que ingresan al histórico edificio atraídos por su historia. Nuestra propuesta fue realizar un homenaje a todos los artistas argentinos pertenecientes a la comunidad LGTBQ. Fue la primera vez que se realizó en Argentina una exposición a modo de historización del arte queer argentino. En la pared colocábamos recortes de reproducción de las obras de estos artistas y los bocetos que utilizábamos nosotros para construir los 11 murales/mosaicos textiles en donde ellos están representados: las paredes daban una clase de historia. Según el interés del visitante nosotros hablábamos y dábamos a conocer el artista en cuestión. Por otro lado se realizaban actividades con participación activa de la gente en la realización de banderas del orgullo en donde invitábamos al participante a reflexionar sobre los derechos y deudas que nuestro país, con una democracia joven, aún tiene con los miembros de la comunidad LGTBQ. Este proceso culminó con la realización de una bandera del orgullo (Pride flag/ rainbow flag) hecha con ropa donada por amigos y que se construyó en la sala y salió por la puerta del CCK para dirigirse a la plaza de Mayo en el día del Orgullo Gay (Noviembre 2018) formando parte de la carroza “Loca” que desfiló por las calles de Bs. As. Esta fue otra posibilidad de dar visibilidad a los artistas pertenecientes a la comunidad.